Sabedores eran los pocos, partícipes de su destrucción la mayoría. Un vacío progresivamente henchido por lo más vil de lo que la raza humana poseía.
De profundidad mayor al Mar Muerto, albergaba en sus entrañas un " tesoro" repudiable, un botín envenenado, una caja de Pandora sin sello ni candado. Era el vertedero de una humanidad putrefacta, evasora de vicisitudes, ecologista con los desechos y vergüenzas; de los beneficios de la hipocresía, capitalista.
¡Una hecatombe!
El nivel de aquella superficie acuosa aumentaba desmesuradamente, a cada segundo. Más mentiras y engaños, más podredumbre terrenal enquistada en sus honduras.
Su capa salada, soluble, se descomponía con celeridad a causa de la corrosión, de la acidificación producida por tanta quimera.
Afanarse en redimir esta coyuntura resulta inútil, incluso el más comprometido colabora en la configuración de su extinción.
Hasta que el tiempo lo permita, mientras sus aguas pervivan, será una cloaca de bilis humana, será un Mar de Quimeras.